POR: DON MAQUI
Andrés Manuel López Obrador tuvo una baja sensible en su gobierno al renunciar Alfonso Romo, quien era su coordinador financiero de gabinete y el jefe de la oficina. El verdadero impacto que tendrá esa salida aún no se cuantifica, ya que, de por sí, el tema empresarial no es precisamente el área mejor atendida por el presidente y eso que contaba con alguien que provenía de ese sector.
Nadie sabe las causas verdaderas de la salida de Romo, las especulaciones son muchas, algunas apuestan a que aspiraba a tener el control político, por lo menos, del estado de Nuevo León e imponer a su incondicional Tatiana Clouthier como candidata la gubernatura y alguno que otro candidato metropolitano, además de diputados federales, pero al darse cuenta que esto sería imposible por los acuerdos que ya contrajo el presidente, decidió partir.
El propio presidente de la República dijo que era un acuerdo entre ambos, que al cumplir dos años Romo se iría del cargo, ya que sólo participó en gobierno por tratarse del propio Andrés Manuel, lo cual desmiente la lógica elemental que se tiene en política.
Lo que es una realidad es que el gobierno de Andrés Manuel se quedó sin un interlocutor válido con el sector empresarial, que Romo no sale de la mejor manera y que todo lo que se diga (en torno a su salida) serán especulaciones. Nadie abandona un barco que va a flote y menos si este representa una transformación para el país.
Tan importante era la función de Alfonso Romo, que el propio presidente de la República ha establecido que la oficina y, en general, el área que ocupaba como jefe del despacho, desaparecerá del organigrama presidencial.
Faltan algunos meses para descubrir la verdad, pero lo cierto es que es una baja sensible para Andrés Manuel.