POR: DON MAQUI
La vida pública de México acaba de presenciar un episodio revelador, la presidenta Claudia Sheinbaum, con una sola declaración, logró lo que ni los Tribunales ni las Fiscalías habían conseguido frente a los actos anticipados de campaña, en un movimiento tan simbólico como efectivo, la mandataria sustituyo,(en los hechos) al aparato institucional, y dictó una “sentencia” política que no admitió apelación alguna.
La Senadora Andrea Chávez, señalada por el uso de caravanas médicas como plataforma de promoción personal en Chihuahua, recibió de la Presidenta un mensaje inequívoco, eso es inaceptable y lo asumió sin resistencia, en una política acostumbrada a la confrontación, la aceptación inmediata de la joven legisladora fue, en sí misma, un acto de sumisión política, ni Tribunales, ni Fiscalías, fue la voz presidencial la que resolvió.
El hecho resulta aún más ilustrativo porque quien terminó fortaleciendo la causa del PAN no fue su estructura legal, sino la propia presidenta, desde Palacio Nacional, sin necesidad de litigios, la defensa panista recibió el mayor de los respaldos, un reconocimiento tácito de que las acusaciones no eran infundadas.
El precedente que deja este episodio es inquietante para los propios morenistas, no solo en Chihuahua, sino en todo el país, casos como los de Waldo Fernández y Judith Díaz en Nuevo León, quienes también han navegado en aguas turbias de promoción velada, ahora deben tomar nota, en este nuevo orden, las campañas no se adelantan sin permiso, la advertencia presidencial es clara: la única voz que da la salida es la suya.
No es casual que la Presidenta, en su mensaje, haya trazado una línea dirigida también a actores de peso como Adán Augusto López, uno de los mayores impulsores de Andrea Chávez, fue un recordatorio de que en el México actual, la verticalidad del poder no solo persiste, sino que se ha reforzado.
La presidencia de Claudia Sheinbaum, al menos en su arranque, no deja dudas sobre su voluntad de ejercer el control político con firmeza, hoy sabemos que en su gobierno, más que las instituciones formales, será su propia voz la que marque los límites, los tiempos y las reglas.
Y ante esa voz, nadie (ni en la oposición, ni dentro de Morena) parece dispuesto a desafiarla.