En el escenario norteño por excelencia, donde el acordeón es instrumento de guerra y fiesta, se ha desatado una tragicomedia digna de cantarse en corridos y leerse en columnas filosas, los protagonistas: Policarpo Flores, Presidente del PAN en Nuevo León, y Baltazar “Balta” Martínez, Dirigente Estatal del Movimiento Ciudadano, quienes afinaron sus respectivos instrumentos… pero no para tocar juntos, sino para “arrancarse” el alma a son de denuncia.
El panista Poli Flores no se anduvo con rodeos y llevó sus notas hasta la Fiscalía, acusando a Samuel García, por lo que él llama, una descarada manipulación rumbo a la elección judicial, coacción del voto, desvío de recursos y un par de pecados más se le achacan al Gobernador Naranja, a quien le sacaron las partituras legales en plena campaña de la democracia.
Pero como esto es tierra de duelos, no pasó mucho antes de que Balta Martínez respondiera con su propio acordeón afinado en otra tonalidad: se fue a “Ciudad Gótica”, que es la sede municipal regia, y denunció nada más y nada menos que al “Batman” de los priistas y panistas: Adrián de la Garza. ¿El motivo? El alza descomunal en las cuotas de parquímetros, una movida que, según los naranjas, huele a atraco disfrazado de ordenanza.
Y así, en esta cumbia política, los líderes de partidos se acusan, se gritan y se contestan, no desde las calles, sino desde las instituciones, con el acordeón como símbolo y con la política como escenario, uno le canta al abuso de poder; el otro al abuso del bolsillo ciudadano, ambos con ritmo, pero sin armonía.
Esto apenas comienza, que el duelo de acordeones ya suena en todo Nuevo León, y si el pueblo no baila, al menos tendrá que pagar la pista.