POR: DON MAQUI
En la política mexicana, como bien lo diría Maquiavelo, “las jugadas nunca son lo que parecen ser”, cada palabra, cada movimiento, tiene un propósito más profundo, una estrategia oculta, en los recientes intercambios entre los legisladores de Morena, el duelo de acusaciones y deslindes y las intervenciones de Ricardo Monreal, se deja entrever no solo una batalla interna dentro del partido, sino también el trasfondo de una lucha por el control del futuro político del país.
Cuando Monreal, en una jugada tan calculada como desafiante, señala que hay una intención de “impedir el paso al poder a los hijos de López Obrador”, lo que realmente está haciendo no es simplemente lanzar una acusación al aire está dibujando un mapa claro de las facciones dentro de Morena, una confrontación entre dos visiones, una, que sigue fielmente los pasos de Claudia Sheinbaum y otra, que parece ser la que aún escucha las órdenes de Andrés Manuel López Obrador, incluso en su retiro presidencial.
Monreal, hábil político y observador astuto, sabe perfectamente que las palabras tienen más poder que la simple enunciación de hechos, al señalar que los hijos del Presidente están siendo objeto de una “barrera” para su llegada al poder, lo que busca es reconfigurar la percepción pública de su propia figura, no es una simple crítica a la sucesión de Sheinbaum, es, más bien, un recordatorio de que él y no otros, es quien tiene la verdadera capacidad de negociar el futuro político del país, Monreal, con este mensaje, está buscando distanciarse de la sombra de López Obrador, mientras al mismo tiempo trata de ocupar el espacio de liderazgo que muchos creen le corresponde.
Pero más allá de la figura de Monreal, lo verdaderamente interesante está en los movimientos que subyacen en el fondo, cuando se acusa a ciertos sectores de “seguir recibiendo línea” del ex presidente, lo que se está haciendo es crear una división no solo en lo que se ve, sino en lo que no se ve, una batalla por el control de los hilos que mueven al país, los actores en este escenario no son ingenuos, saben que el control de Morena es crucial para el futuro político de México, y mientras Sheinbaum parece ser la opción más lógica para continuar con la transformación, hay una corriente que no olvida las raíces de la presidencia de López Obrador.
Ahora bien, ¿Qué pensará Andrés Manuel López Beltrán, hijo del Presidente y un actor clave en este juego?, si bien su perfil ha permanecido en gran medida en la sombra, la especulación sobre su futuro político no ha cesado, en este momento, su silencio podría interpretarse de varias maneras, tal vez está aguardando a que la tormenta pase para decidir su propio camino, o tal vez está tomando notas de los movimientos de los demás, esperando el momento adecuado para entrar en la partida, en cualquier caso, las decisiones que se tomen hoy definirán no solo el futuro de Morena, sino también el camino que tomará la familia presidencial en los próximos años.
Como en un buen tablero de ajedrez, cada movimiento tiene una intención y cada palabra, un efecto, Claudia Sheinbaum, Ricardo Monreal, y los demás actores dentro de Morena son piezas de un juego donde las intenciones no siempre son claras, pero las apuestas son altas y como bien lo diría Maquiavelo, “quien no sabe gobernar, no sabe maniobrar”, en este sentido, Morena está en una encrucijada donde los hilos del poder se cruzan de manera compleja, los movimientos de hoy podrían definir no solo la sucesión, sino también el futuro de la política mexicana.
Al final, solo el tiempo dirá si la jugada de Monreal será suficiente para consolidar su poder, o si, por el contrario, terminará siendo otra pieza sacrificada en el tablero de la política de la 4T y en ese juego, donde las sombras del pasado siempre son alargadas, ¿Quién logrará realmente tomar las riendas del poder?