
POR: DON MAQUI
Este 4 de marzo, el Partido Revolucionario Institucional (#PRI) celebró su 96º aniversario en medio de un escenario donde la nostalgia por los tiempos de poder absoluto ya no basta, en sus primeras décadas de existencia, el PRI se erigió como la columna vertebral del México moderno, conquistando, como nunca antes, el espacio político y social del país, sin embargo, en la actualidad, esa imagen de fuerza hegemónica se ha desvanecido, dando paso a una sombra de lo que una vez fue.
Alejandro “#Alito” Moreno, el hombre que actualmente dirige los destinos del PRI, se niega a aceptar la realidad de que el partido que lidera ya no representa el poder de antaño, desde su llegada a la dirigencia en 2019, el PRI ha intentado reinventarse, pero sin éxito, el partido carece de una base sólida de liderazgos fuertes, figuras que realmente puedan conectar con las bases y que, a través de su presencia, hagan sentir la fuerza histórica del PRI en las cámaras, en las legislaturas actuales, su presencia es casi nula, imperceptible, y su capacidad de negociación, que en tiempos pasados era un verdadero símbolo de poder, hoy parece haber desaparecido.
De hecho, es difícil imaginar un PRI sin una estructura interna que sea capaz de enfrentar los retos de la democracia contemporánea, la sombra de su pasado parece ser el único capital con el que se sostiene, en las cámaras, su peso ha sido tan ligero como el de una pluma arrastrada por el viento, el PRI, en su celebración del aniversario, sigue proyectando un espejismo de unidad, pero la verdad es que los electores lo han dejado atrás, decepcionados por promesas incumplidas, por la corrupción que salpica su historia reciente y por la incapacidad de representar a las nuevas generaciones que buscan alternativas más auténticas.
En este 96º aniversario, el PRI se enfrenta a una realidad muy cruda, la mayoría de los mexicanos ya no lo ven como un partido capaz de liderar ni de construir el futuro, el desprestigio que acarrea por los escándalos internos y su vinculación con prácticas del pasado ha erosionado su legitimidad, el desgaste político es tan grande que parece imposible que sus bases sigan sosteniéndolo sin una renovación interna profunda.
Para lograr resurgir de entre las cenizas del olvido, el PRI necesita una reinvención radical, no se trata solo de cambiar caras ni de dar algunas señales de modernización, sino de repensar completamente su estructura y su rol en el escenario político del siglo XXI.
Este PRI, que durante décadas se mostró imparable, debe entender que el México actual ya no responde a los mismos esquemas que lo vieron nacer, la desafección de los votantes con el sistema tradicional, la creciente fuerza de movimientos políticos alternativos y la llegada de nuevas generaciones que exigen mayor transparencia, justicia social y renovación de los valores democráticos, obligan al PRI a una profunda reflexión.
Lo primero que el PRI debe hacer es reconocer que ya no puede seguir siendo un partido de corte vertical, con un liderazgo único e incontestable, necesita reconstruir una red de liderazgos locales fuertes, cercanos a las comunidades, que sean capaces de representar la diversidad del país, la modernización no puede ser solo cosmética, debe ser ideológica y estructural, esto implica revisar sus posturas sobre temas clave como la economía, la justicia social y la democracia, y adaptarlas a los nuevos tiempos sin renunciar a lo que históricamente representó en términos de inclusión y desarrollo.
Además, debe abrir sus puertas a una militancia más joven, diversa y plural, sin miedo a las críticas internas, los partidos que no escuchan a sus bases, que se alejan de las demandas de la sociedad, están condenados al fracaso, este es el gran reto de Alito Moreno y su PRI, abandonar la tentación de vivir de los recuerdos y mirar hacia el futuro, no con nostalgia, sino con la capacidad de adaptarse y transformar lo que alguna vez fue un modelo único en la historia política del país.
El PRI, si es que quiere tener una #oportunidad de resurgir, no debe aferrarse a un pasado que lo condena, si no lo hace, seguirá condenándose a la irrelevancia, mientras otros partidos ocupan el vacío dejado por su propia incompetencia, quizás es hora de dejar de mirar al pasado y empezar a pensar en qué tipo de partido quiere ser para las generaciones venideras, solo así podrá, quizá, resurgir de entre las cenizas del olvido y reconstruir una relevancia que hoy parece perdida.