La Organización Mundial de la Salud (OMS) define salud mental como: “Un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”.
A la persona que padece la falta de salud mental; así como a las personas que rodéamos a la persona que tiene alguna enfermedad mental, nos pone en un estado de vulnerabilidad. A los enfermos por la falta de control y manejo de sus emociones, a los que los rodean podrían ser víctimas de algún atentado violento.
Así fue el caso que vivimos hace seis años en Nuevo León, la tragedia en un colegio particular al sur de nuestro estado. Un joven que estaba bajo tratamiento psicológico medicado, atentó contra la vida de su maestra y compañeros para posteriormente él quitarse la vida.
La situación no solo no ha mejorado, sino que hemos visto más incidentes en las escuelas de Nuevo León, tanto públicas como particulares.
El pasado viernes en una preparatoria de la UANL un joven de 16 años atentó contra la vida de una compañera, causándole heridas que la mandaron al hospital.
Esta falta de salud socio emocional, es muy grave que no la podamos detectar, identificar y prevenir. Al día de hoy estos actos de violencia entre los estudiantes de la comunidad estudiantil continúan y se estima de acuerdo a los especialistas que estos casos se presentan en cascada… así lo advirtieron los especialistas en el 2017. Fue cuando se inició un programa piloto para medir la salud socio emocional de estudiantes de primaria mayor y secundaria, bajo la dirección del entonces secretario de educación Arturo Estrada, desafortunadamente los cambios de gobierno y de administración en su supuesto intento de mejorar y dejar su “sello” en nuevos proyectos; dejan de lado programas de excelencia que lo único que pretenden es proteger a los niños, niñas y adolescentes.