Miguel Treviño, aquel que se posicionó como un “gestor eficiente” y “probo” en la alcaldía de San Pedro que era así, hoy comienza a pagar el precio de su propio legado: un liderazgo que fue, en apariencia, intachable, pero que poco a poco revela su verdadera naturaleza, es irónico, pues se van desenterrando actos que no solo rozan la ilegalidad, sino que exhiben un cinismo que resulta ya insoportable para los sampetrinos.

 

La reciente controversia sobre el desarrollo inmobiliario Gala, avalado durante su gestión, es solo una muestra de cómo Treviño cuidó obsesivamente su imagen mientras otorgaba permisos que hoy levantan cejas y miradas inquisitivas. ¿Dónde quedó el discurso de “hacer las cosas bien”? San Pedro, el municipio más codiciado del país, merece líderes que no sólo prometan excelencia, sino que la vivan en cada decisión, pero lo que queda claro es que la administración de Treviño tenía una doble moral: una cara para la opinión pública y otra para los negocios en lo oscuro.

 

Los vecinos, antes dispuestos a darle el beneficio de la duda, ahora ven con desconfianza a quien les vendió la ilusión de ser diferente, porque no se trata solo de imagen, sino de un patrón: un alcalde que no escatimó en aplaudirse por sancionar y demoler proyectos ajenos mientras, aparentemente, cerraba los ojos ante sus “favoritos”. ¿Es ésta la transparencia que pregonaba?

 

Miguel Treviño no solo pierde credibilidad, sino que arrastra consigo el respeto que su comunidad aún le tenía, por hacerse a un lado de la política, pero ahora tendrá que estar muy preocupado sobre ¿cuántos más de estos “trapos sucios” seguirán saliendo a la luz? Lo que queda claro es que el legado de Treviño será recordado, pero no como él esperaba.