POR: DON MAQUI

Años atrás, el PAN de Nuevo León parecía ser gobernado por una trilogía de figuras de poder que parecían irrompibles: Víctor Pérez, Chefo Salgado y Raúl Gracia, esta “triple alianza” dominaba la toma de decisiones en el partido y, por extensión, en la política estatal.

Sin embargo, la historia política reciente ha dado un giro que ha dejado claro quiénes son los verdaderos titiriteros al interior de la organización.

La derrota de Santa Catarina marcó un antes y un después para Pérez, quien perdió relevancia ante la creciente influencia de los nuevos líderes del partido: los hombres de San Pedro y San Nicolás.

Es sorprendente cómo estos dos personajes, aparentemente lejanos del centro de poder histórico del panismo en Nuevo León, han logrado acumular tanto poder, Chale de la Fuente, desde el Congreso, y Policarpo Flores, desde la dirigencia estatal del PAN, son los peones que estos hombres han colocado en los lugares estratégicos para hacer cumplir su voluntad.

En la práctica, se puede decir que las decisiones del PAN ya no dependen de las viejas figuras de poder, sino de un par de personajes que, por su habilidad para maniobrar, ahora se consideran los auténticos propietarios del partido.

Con la mirada puesta en la contienda electoral de 2027, queda claro que la vieja fórmula de Gracia Guzmán y Chefo Salgado será la que gobierne la designación de candidatos, sin que nadie en el partido se atreva a levantar la voz en contra, la suerte del PAN de Nuevo León, y su alianza con el PRI, está en manos de estos dos, quienes durante años han administrado más derrotas que victorias.

No es que se trate de personajes incapaces, sino de individuos cuyo poder interno está blindado, permitiéndoles decidir a su antojo quién será el siguiente candidato, sin rendir cuentas a los militantes o simpatizantes.

Lo cierto es que, para cualquiera que desee encabezar un cargo público bajo el PAN, no hay opción: deberá hacerle la venia a estos dos titanes del poder, y si alguna vez creímos que Víctor Pérez tendría alguna posibilidad de reclamar el liderazgo en el partido, su salida de la Diputación Federal Plurinominal será el último recordatorio de que hoy, por más que se resista, él también se encuentra en la fila, esperando que los verdaderos jefes le ofrezcan un puesto en su escenografía de poder.

Así, en un escenario donde las decisiones ya no se toman en conjunto, sino desde un par de despachos en San Pedro y San Nicolás, el PAN de Nuevo León está en manos de quienes han aprendido a jugar con astucia, sin importarles el costo electoral, pero sí el control absoluto del partido.

En este juego de poder, lo que está claro es que las viejas glorias del panismo han cedido su trono sin resistencia alguna, y ahora sólo queda esperar cómo estos nuevos actores definen el destino electoral de Nuevo León.