Entre discursos, dictámenes y tribunas, apareció un destello distinto, uno que no traía corbata, ni credencial de legislador, pero sí un poder que eclipsó micrófonos, debates y tensiones políticas: Romualdo, el bebé de la Diputada Aile Tamez, asistió a su primera sesión ordinaria en el Congreso local… y lo hizo con la gracia de quien no necesita palabras para cambiar el ánimo de un recinto.
Con apenas unos meses de vida, este pequeñín fue testigo silencioso (y encantador) del trabajo legislativo, a su corta edad, vivió el ir y venir de Diputados, el eco de los acuerdos y, por supuesto, el inicio del receso legislativo, debutó y cerró ciclo sin pronunciar una palabra, pero dejando una huella emocional más fuerte que cualquier iniciativa aprobada ese día.
En el marco del 40 aniversario del edificio del Congreso, donde tantos episodios de poder se han escrito, fue Romualdo quien se robó las miradas, los suspiros y las sonrisas, un angelito de brazos pequeños pero de presencia inmensa, que recordó a todos que la política, a veces, necesita ternura para recuperar humanidad.
Aile, mamá y legisladora, no solo llevó a su hijo al recinto: llevó esperanza, vida nueva, y un recordatorio de que el verdadero legado de cualquier parlamento no está solo en sus leyes, sino en los futuros que inspira.
Porque ese día, más que la historia del edificio, se escribió otra: la de una madre que sigue luchando desde la trinchera pública, sin soltar la mano de su hijo, y la de un niño, Romualdo, que sin saberlo, ya dejó su primer acto inscrito en las memorias del Congreso.
En un mundo político que a veces olvida la dulzura, ayer un bebé la devolvió… con una mirada, con una siesta entre curules, con un suspiro envuelto en pañal y promesa.