El día de ayer se llevaron los primeros comicios en México en medio de una pandemia, y tal como en los viejos tiempos, el PRI le daba una cátedra electoral al partido de López Obrador, arrasando en los 16 distritos electorales en disputa para renovar el Congreso local en Coahuila e Hidalgo, eso si, hubo un notorio abstencionismo y algunas denuncias de acarreo de personas, nada nuevo.
Durante los primeros minutos de este lunes, con el 89 por ciento de las actas computadas, el partido tricolor se adueñaba de una cómoda ventaja en todos los distritos, ya que en todos los casos, duplicaban o triplicaban los votos de su más cercano competidor, principalmente Morena, sin embargo, la victoria se logró con apenas el 39 por ciento de participación, una lástima que la gente de esos estados no salgan a votar, si tan solo dimensionaran la relevancia de salir a computar su voto.
Pero el gran perdedor de la noche en Coahuila, no fue Morena, que aún así logró competir, sino que fue el PAN, que fue barrido completamente por el PRI hasta en Torreón y el resto de La Laguna, su baluarte tradicional, donde incluso hubo distritos en los que Morena quedó en segundo sitio.
Por su parte, en el Estado de Hidalgo, los priistas tenían una ventaja favorable en la mayoría de las Alcaldías, pero sostenían una ardua batalla contra Morena y sus aliados en las localidades más pobladas, como Pachuca, no obstante, hasta anoche, los resultados preliminares de Hidalgo apenas daban un 33 por ciento de actas capturadas, otro muy considerable abstencionismo de la ciudadanía.
Mientras tanto, el presidente nacional priista, Alejandro Moreno, se le subieron los humos y presumió las victorias en los dos Estados con Gobernadores del PRI: Miguel Riquelme, en Coahuila, y Omar Fayad, en Hidalgo.
“El PRI sigue de pie, estamos de regreso y vamos a volver a ganar”, afirmó Moreno.
Pero no todo fue legítimo en el triunfo del PRI, pues en Coahuila, se dio entre acusaciones de acarreo realizado por lideresas priistas y también morenistas acarrearon e incluso pagaron 500 pesos para comprar el voto de los ciudadanos, casi una práctica común en todos los comicios habidos y por haber.