Por: Don Maqui
Nos educaron en la estrechez mental de casi siempre resaltar las cosas malas sobre las buenas, ponderar los errores sobre los aciertos, así crecimos y generación tras generación ese mismo criterio pretendemos imponer a los que nos siguen este mundo.
Han sido días larguísimos estos que nos ha recetado la pandemia, muchos hogares están devastados por la economía, otros han perdido el rumbo por la falta de amor descubierta al borde de la convivencia diaria, ello ha disparado la violencia familiar, los divorcios, se han perdido empleos por millares y la situación económica cada día es más difícil.
Todo mundo se queja del tema del encierro y detesta el día que el maldito coronavirus apareció en la faz de la tierra y nos obligó a cambiar de hábitos sin previo aviso, no pudimos decirle adiós a la fiesta, no pudimos decirle adiós al deporte favorito, nadie pudo despedirse de sus amigos y decirle nos vemos pronto, eso es por si solo un tema complicado.
Ahora dejemos de lado lo negativo y enumeremos algunas cosas positivas que trajo consigo la pandemia, algunos han reencontrado un lugar en casa, otros pudieron ver de nuevo con júbilo a sus hijos, otros más pudieron reencontrarse consigo mismos, otros aprendieron a trabajar desde casa, algunos más la crisis les despertó el genio financiero que llevan dentro, a unos cuantos más les mostró la vida que sigue su curso con y sin nosotros.
Peor lo más importante que nos ha enseñado esta crisis es a ser agradecidos, agradecidos con Dios quienes tienen un trabajo, quienes siguen contando con sus padres, quienes se despiertan cada mañana y pueden contemplar la vida, a muchos eso ya les fue negado y pasaron a mejor vida.
Habríamos de aprender alguna vez en la vida tan acelerada que teníamos, que meter freno de mano a veces es necesario.
Por ello cada vez que nos queramos quejar del encierro y sus devastadores efectos, pensemos una cosa, alguien desearía poder seguir leyendo esto y ya no está aquí.
Gratitud es lo que le hace falta a este hermoso mundo que elegimos.