POR: YARESSI ORTEGA   

La clase política tiene un problema con la crítica, no importa el color, la ideología, ni el discurso de inclusión que presuman en campaña; en cuanto sienten que alguien les pisa los talones con preguntas incómodas, sacan las garras, amagan con el aparato represor y buscan silenciar a quienes pedimos cuentas, nada nuevo, nada que no pase.

El periodismo libre ha caminado siempre entre amenazas veladas, boicots disfrazados de ajustes presupuestales y campañas de desprestigio que buscan minar la credibilidad de los medios que no se alinean al guion oficial.

Pero lo que llama la atención no es la represión en sí (que ya sabemos que viene en el paquete del poder), sino la forma en la que todos parecen estar cortados con la misma tijera de la intolerancia, da igual si vienen del “viejo régimen” o de la “nueva transformación” en cuanto ven una pluma crítica, se les olvida el discurso democrático y recurren a las mismas estrategias de siempre.

Lo más impactante es la incongruencia, en tiempos donde el feminismo es bandera obligada en la retórica gubernamental, no importa que el medio lo dirija una mujer; la violencia política no distingue y los ataques llegan de todas formas, porque una cosa es el discurso bonito de “cero violencia contra las mujeres” y otra, muy distinta, es que toleren que una periodista exponga las inconsistencias, los contratos oscuros y los intereses que se mueven en la sombra del poder.

La mala noticia para ellos es que no todos los periodistas guardan silencio cuando los amagan, no todos nos doblamos cuando lanzan amenazas disfrazadas de advertencias amistosas o cuando sus operadores intentan mover los hilos del boicot económico, habemos quienes nos crecemos ante el intento de censura y respondemos con lo único que sabemos hacer: más periodismo.

Aquí no hay espacio para la calumnia, ni para la desinformación, la regla es simple: si decimos algo que no es cierto, lo corregimos, pero cuando la información es veraz y los documentos están a la vista, no hay intimidación que valga.

Los políticos (todos, sin excepción) siguen creyendo que el poder es un escudo contra la crítica, no han entendido que el periodismo libre no se negocia, ni se arrodilla, pueden intentarlo una y otra vez, pero en este medio, la línea editorial no la dicta el miedo.

Así que sigan con sus amenazas, con sus intentos de censura disfrazados de indignación selectiva, nosotros seguimos con lo nuestro, y lo nuestro es la verdad, aunque les incomode.