POR: DON MAQUI
Desde el rincón más oscuro de la política mexicana, me llegan ecos de una reforma que debería haber sido histórica, pero que, a medida que se profundiza en su análisis, comienza a perder el brillo prometido, Claudia Sheinbaum, la actual presidenta, lleva meses agitando el estandarte de la “no reelección” y la “prohibición del nepotismo”, la idea es loable, sin duda, pero lo que vemos ahora, a través de las intrincadas redes del poder, es una versión distorsionada de lo que pudo haber sido una verdadera reforma de fondo.
La propuesta, presentada con gran fanfarria, busca erradicar prácticas como la reelección perpetua y el nepotismo, los beneficios de esta reforma son claros, evitar que el poder se concentre en unas pocas manos y hacerle frente a esos clanes familiares que se perpetúan en los cargos públicos, sin embargo, la misma reforma que promete limpiar el sistema político se ha visto contaminada por los intereses de aquellos que tienen mucho que perder si las reglas se cambian antes de 2030.
Es aquí donde la cuestión se vuelve interesante, según las versiones que circulan, el Partido Verde fue el principal obstáculo para que esta reforma se aplicara en 2027, si el propósito de esta ley es realmente limpiar el sistema y desmantelar los intereses personales, ¿por qué esperar hasta 2030?, si Sheinbaum misma, en sus discursos anteriores, había advertido que esta reforma debía aplicarse de inmediato, ¿por qué darle un plazo tan lejano? esta dilación no hace sino levantar sospechas de que hay algo más en juego que el bien común.
Y es que, en la política, las fechas son cruciales, a 2030, las reglas del juego habrán cambiado, pero para muchos, como los del Partido Verde, esta reforma es una amenaza inmediata, si entrara en vigor en 2027, podría haber afectado a aquellos que tienen a sus propios familiares en cargos clave, como lo demuestra la presencia de figuras del Verde en diversas alcaldías y gobiernos locales. de hecho, se rumorea que fue precisamente este partido quien presionó para retrasar la reforma, evitando que su propia estructura de poder se viera comprometida en las próximas elecciones.
En los pasillos del poder se habla de un pacto tácito entre Morena y el Partido Verde, un intercambio de favores para asegurar que la reforma se posponga hasta 2030, cuando, se supone, las aguas se habrán calmado y los intereses personales hayan tenido tiempo de reorganizarse, es un claro ejemplo de cómo la política se convierte en un juego de ajedrez, donde las piezas se mueven no por el bienestar de la ciudadanía, sino por los intereses de quienes detentan el poder.
El mensaje es claro, la política no se trata de principios, sino de conveniencia, se le ha dado la espalda a la ciudadanía, a los jóvenes que esperan ver un sistema libre de los vicios del pasado, la reforma que se presentó como un acto de valentía y justicia se convierte, en realidad, en un ejercicio de negociación entre los grandes jugadores del tablero político.
La reforma contra el nepotismo y la reelección ya no es una bandera de cambio, es un pacto de supervivencia política.
Si los partidos realmente estuvieran comprometidos con la transformación, la reforma no solo debería haberse aprobado sin demora, sino que debería haberse aplicado de inmediato, sin embargo, al seguir adelante con esta fecha en el horizonte de 2030, se confirma que los intereses particulares siguen prevaleciendo sobre las necesidades del pueblo.
En resumen, lo que esta reforma realmente refleja es una oportunidad perdida, no para erradicar el nepotismo y la reelección, sino para perpetuarlos bajo nuevas circunstancias, los actores políticos han jugado con la esperanza de la gente, posponiendo el cambio hasta que la oportunidad ya no les resulte incómoda.
Al final, como siempre, el pueblo es el que paga el precio de este juego de poder.