POR: YARESSI ARLETH ORTEGA REYNA
Hoy, 8 de marzo, alza la voz el eco de las mujeres que, a lo largo de los siglos, han luchado por un lugar en la historia y hoy, con el corazón firme y la mirada puesta en el horizonte, debo alzar la mía también, esta es mi historia, una historia que, aunque no escrita en las páginas doradas de los grandes medios, ha sido labrada con sudor, sacrificio y una inquebrantable voluntad de resistir.
Mi nombre es Yaressi Ortega, y desde hace casi siete años, dirijo un medio que se ha mantenido firme, a pesar de los ataques, las calumnias y la hostilidad de aquellos que se sienten amenazados por el ascenso de una mujer en un campo tradicionalmente dominado por hombres.
Los primeros días fueron los más duros, en un mundo donde el machismo se expresa en cada rincón, donde los hombres se entienden mejor entre ellos, mi lugar parecía estar reservado para la invisibilidad, a cada paso, me encontraba con puertas cerradas, con miradas de desprecio y lo más doloroso, con voces de mujeres que, al igual que los hombres, no dudaban en intentar descalificar mi trabajo, para ellas, ser mujer significaba ser menos capaz, menos válida, pero el que subestima a una mujer se olvida de una cosa, lo que nos mueve es el coraje y lo que no nos mata, nos hace más fuertes.
Recuerdo como si fuera ayer el primer ataque una ex diputada, sin pruebas, me acusó de estafa, soltando palabras que no solo buscaban destruir mi imagen, sino que buscaban quebrar el alma de un proyecto que apenas comenzaba a nacer, fue el primer aviso, la primera señal de que mi lucha no sería fácil y sin embargo, decidí no callarme.
A pesar de las voces que intentaban silenciarme, entendí que mi misión era más grande que los agravios, no me rendí, porque sé que la lucha, como la política, es un terreno donde los caídos no tienen más lugar que el olvido y yo no quería ser olvidada.
Los ataques no cesaron, no solo llegaron de los hombres que no comprendían cómo una mujer podía hacer lo que ellos hacían, sino que también vinieron de aquellas que, bajo la falsa premisa de defender a las mujeres, decidieron sumarse al coro de aquellos que me querían ver caer, recibí calumnias, descalificaciones, intentos por hacerme invisible y lo más irónico, es que entre las voces de traición, escuché a quienes en su momento compartieron la mesa conmigo, hoy, una diputada local, que comenzó su carrera en el PAN que sentándose junto a mí en los primeros días del medio, fue editorialista, cobardemente hoy niega aquel hecho y no solo eso, se ha convertido en la mayor calumniadora de mi trabajo, alguien que en la falsa premisa de sentirse aludida miente alegando persecución de mi parte, cuando la que persigue y busca destruir es ella, la traición, como la política misma, es una daga que se clava cuando menos lo esperas.
Pero no solo fue ella, también hoy una Secretaria de Ayuntamiento, que en su momento vociferaba que yo era solo un “prestanombres”, hoy se muestra como si nada hubiera pasado, sin importar que sus palabras, en su momento, buscaron arruinarme y aún más, una integrante de una red que supuestamente defiende los derechos de las mujeres, hoy encabeza un DIF municipal, y en su momento me acusaba de no tener “nivel” para dirigir un medio, señalándome como una simple cara bonita, pero como siempre, el tiempo tiene una forma de devolver lo que se siembra, y lo que ellas no sabían es que todo lo que me hicieron, solo me hizo más fuerte.
Y como si fuera poco, una ex Dirigente de partido, hoy funcionaria federal en una área irónicamente dedicada a la defensa de las mujeres, continúa enviando mensajes violentos de acusaciones, insinuando que he recibido dinero por criticarla, la ironía de todo esto no tiene nombre, lo que no entienden es que mis críticas no se compran, mi voz no se vende, y mi trabajo está sustentado en la verdad.
A lo largo de estos años, he aprendido que no es suficiente ser mujer en este país, en este gremio, para que te reconozcan por lo que eres, no basta con ser buena en lo que haces, ¡No!, para que te respeten, primero debes demostrar que eres capaz de resistir las embestidas de aquellos que, aún sin decirlo en voz alta, sienten que el espacio que ocupas les pertenece, la política, la Administración pública, los medios… todos se entrelazan en un juego de poder donde las reglas no favorecen a las mujeres y si alguna logra atravesar ese muro, la respuesta suele ser una estrategia de desprecio, de ataque, de minimización.
Pero yo no he venido aquí a ser una estatua, ni a ser un accesorio en el discurso de quienes creen que las mujeres no tenemos cabida, he venido a romper esas estructuras, a demostrar que la voz de una mujer no solo debe ser escuchada, sino respetada y aunque a veces las palabras duelan, aunque los golpes vengan de donde menos los esperas, la verdad es que esos ataques nunca han sido mi derrota.
Mi verdadera victoria está en la información que mi equipo y yo brindamos, en la veracidad de nuestro trabajo, en la constancia de un periodismo que no se calla, que no se vende, que no se amedrenta.
Hoy, alzamos la voz no solo por el trabajo que hemos hecho, sino por todas aquellas mujeres que siguen luchando en las sombras, por todas aquellas que, como yo, han tenido que enfrentar el desdén, el desprecio, el ataque directo por el simple hecho de ser mujeres en un espacio donde se nos niega el acceso.
Y por eso, en este día 8 de marzo, alzamos nuestras voces no para pedir permiso, sino para exigir lo que nos corresponde, respeto, equidad y la libertad de seguir adelante.
Porque el verdadero poder de una mujer no reside en su capacidad para someterse, sino en su habilidad para resistir.
Y yo, Yaressi Ortega, seguiré resistiendo.