En el oscuro teatro de la política sindical de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), un nuevo capítulo ha comenzado a escribirse, la reciente Reelección del Secretario General del Sindicato, lejos de ser un acto de legitimidad democrática, ha desencadenado una tormenta de inconformidad, y no por razones ideológicas, sino por las formas, los métodos y los juegos ocultos de poder que se juegan tras bambalinas, en esta escena, emerge la figura de un hombre que, en medio de la tormenta, ha decidido levantar la voz, Leonardo Limón.
Este hombre, de carácter firme y voz clara, no ha dudado en desafiar lo que considera una flagrante violación a los derechos de los trabajadores, Limón, miembro del Sindicato, presentó una queja formal ante el Centro Federal de Conciliación y Registro Laboral, denunciando que la Reelección del actual Secretario General se realizó sin la debida consulta y sin una Asamblea general representativa, según su denuncia, el estatuto sindical fue modificado sin que se les consultara adecuadamente a los trabajadores, una omisión que no solo viola el procedimiento, sino que también socava la base democrática sobre la que deben construirse las decisiones colectivas.
En palabras de Limón, la reforma estatutaria, que permitió la Reelección del Secretario General, fue aprobada de manera inconsulta y apresurada, sin ofrecer a los delegados sindicales la oportunidad de discutir y deliberar con sus respectivas secciones, es decir, los votos de los Delegados, en lugar de ser un reflejo genuino de la voluntad de los trabajadores, fueron un mero trámite que selló la decisión de los pocos que se beneficiaron con el resultado.
El caso no es solo una crítica al procedimiento, sino también a los intereses que subyacen en él, no se trata de una simple cuestión administrativa, sino de un claro ejemplo de cómo los intereses del poder sindical, en lugar de estar al servicio de los trabajadores, se sirven de estos mismos para perpetuar un liderazgo que parece destinado a mantenerse más allá de los límites de la democracia interna, en este contexto, la figura de Limón cobra especial relevancia, no solo por su valentía al desafiar el statu quo, sino por su capacidad para canalizar el descontento generalizado que se ha apoderado del sindicato.
Es irónico, incluso tragicómico, cómo las mismas prácticas que se critican en el ámbito político nacional se repiten con impunidad en las estructuras internas de los Sindicatos, la reelección, ese viejo vicio de la política mexicana, se repite ahora en el seno de una universidad pública, una institución que debería ser un faro de principios democráticos y transparentes, en lugar de ello, nos encontramos con una estructura sindical que prefiere alterar los estatutos a su conveniencia, sabedora de que el poder en la sombra es mucho más eficaz que el brillo de la justicia.
Sin embargo, en medio de todo esto, la figura de Leonardo Limón emerge como una grieta en el sistema, una luz que aún resplandece en medio de la oscuridad, él no es solo un miembro del Sindicato que se ha quejado, sino un símbolo de resistencia, un hombre que se atreve a desafiar las normas que no fueron pensadas para servir al colectivo, sino para beneficiar a unos cuantos, Limón, con su queja formal ante las autoridades, se erige como el portavoz de una generación de trabajadores que, cansados de ser meros peones en un juego que no comprenden, buscan recuperar el control de sus propias decisiones.
La batalla de Limón es, en este sentido, una metáfora de la lucha por la transparencia, la democracia interna y la justicia laboral, el Sindicato no debe ser una maquinaria controlada por unos pocos, debe ser el reflejo de la voluntad y las necesidades de todos los trabajadores que lo componen, la reelección del Secretario General y la modificación de los estatutos sin consulta previa son solo el síntoma de una enfermedad mucho más profunda, la falta de democracia interna en un organismo que se supone debe ser el garante de los derechos laborales.
Así, mientras la Universidad Autónoma de Nuevo León se enfrenta a este desafío interno, la figura de Leonardo Limón se perfila como un recordatorio de que, en la política, ya sea académica o sindical, siempre habrá quienes se resistan al orden establecido, dispuestos a cuestionar lo que parece ser inmutable, en este rincón de poder, donde las sombras del autoritarismo se mezclan con los intereses personales, la lucha por una verdadera democracia sindical sigue siendo la única respuesta válida.