A veces uno no se llega a dimensionar el poder del deporte y sus figuras para la sociedad.

Drew Brees, jugador que actualmente posee la marca de mayor número de pases de touchdown en la NFL (341), a quien se le veía como una gran imagen en la Liga; lejos de escándalos y quien había apoyado a sus compañeros en múltiples ocasiones, recientemente con donaciones millonarias a los afectados por el COVID-19, esta semana, en medio de la tensa situación que se vive en la unión americana tras el asesinato de George Floyd, al parecer se le hizo fácil hacer un comentario relacionado a dicha situación sin pensar en los alcances y provocaciones que generaría.

Durante una entrevista el QB de los Saints dijo “nunca estaré de acuerdo con alguien que le falta al respeto a la bandera’’, haciendo referencia a Colín Kaepernick, quien en 2016 se hincó durante el himno de los Estados Unidos a manera de protesta por el abuso de la policía sobre la comunidad afroamericana.

Las reacciones no se hicieron esperar y jugadores de diferentes deportes y equipos se manifestaron, heridos no solo por la falta de apoyo a su causa, sino por la falta de entendimiento de la situación que demostraba Brees ante la brecha racial tan presente aún en nuestros días con incontables injusticias y la profunda desconfianza que persiste de la ciudadanía hacia su propia policía.

Ahogado en la ola de descalificaciones, reaccionó al día siguiente con un mensaje poderoso, ofreciendo una larga disculpa.

Se equivocó como humano que es, como todos nos hemos equivocado, alguna o muchas veces, pero como pocos reconoció sus errores. Con gran humildad dio la cara, pero hay tanta intolerancia hoy día, que hasta en sus palabras de perdón le cuestionan si son sinceras o resultado de la presión mediática.