Por: Don Maqui
En un país donde un gobernador como Enrique Alfaro de Movimiento Ciudadano es capaz de aceptar abrir las puertas del estadio para que asista afición en el pico más alto de la pandemia, aun sabiendo que eso puede detonar en contagios masivos y posteriores muertes, sin embargo, no se detiene porque el negocio tan lucrativo del fútbol así lo ordena, es imperativo que el balón ruede para las jugosas cantidades millonarias que reciben televisoras, patrocinadores y los propios jugadores.
No les importa nada, sólo recibir unos cuantos pesos, todos aún y que el riesgo haya sido inminente, innecesario e irresponsable.
El colmo de esta idiosincrasia se dio en Argentina con la muerte del fenómeno del fútbol, llamado Diego Armando Maradona, donde aquel país decretó luto nacional por tres días como no lo ha hecho, ni siquiera, con todas las víctimas que han perdido la vida por COVID, tanto ciudadanos normales, como del sector salud.
Pero más allá, la cantidad de personas que se juntaron en masa para ver el funeral del Diego es impresionante, ya que, quedó de manifiesto que el fútbol es la religión de aquel país y sin ella no pueden vivir, pareciera que no sólo copiamos las barras en las tribunas, sino que también la enfermedad por el deporte llamado fútbol, hermoso por cierto, pero que no deja de ser un factor distractor de los problemas que aquejan a nuestro país.
Con dos ejemplos queda claro que es más importante el fútbol que la salud pública y protegerte del COVID, por eso estamos como estamos, condenados a desaparecer.