POR: DON MAQUI

El Partido Acción Nacional (PAN) ha cerrado filas en su Consejo Nacional y en sus declaraciones oficiales, parece haber tomado una decisión tajante, no habrá alianzas electorales para las elecciones de 2027, a simple vista, esta postura podría parecer coherente con la idea de reafirmar la identidad del partido y un retorno a sus raíces ideológicas, después de todo, ¿quién puede dudar de que el PAN necesita recuperar terreno perdido y mostrarse como una fuerza política autónoma, capaz de enfrentarse a sus rivales sin depender de acuerdos con otros partidos que a menudo desdibujan su perfil?

Sin embargo, la conclusión del Consejo Nacional del PAN es, por lo menos, ambigua, en un movimiento aparentemente contradictorio, se subraya que se respetarán los ayuntamientos, los liderazgos locales y las decisiones de los comités estatales, es decir, se deja la puerta abierta a alianzas locales, a negociaciones coyunturales y a pactos específicos para los comicios municipales o estatales, aquí surge una paradoja difícil de entender, si el partido ha decidido no aliarse a nivel nacional, ¿por qué ceder a la tentación de hacerlo a nivel local?

El mensaje enviado desde el Consejo Nacional parece ser el de un PAN que quiere ser dueño de su destino, pero que al mismo tiempo se siente atrapado por la realidad política de México, si bien en lo general se expresa una intención de fortalecer la imagen del PAN sin depender de otros actores, lo cierto es que en muchas entidades federativas los comités estatales tienen un poder de decisión que trasciende las directrices nacionales, en otras palabras, se está permitiendo que el pragmatismo y las urgencias electorales de cada región puedan más que la declaración de principios del partido.

Lo que se intuye detrás de estas ambigüedades es la fragilidad política del PAN, si bien la premisa general de evitar alianzas a nivel nacional puede ser vista como un intento por recuperar el control y la identidad, la realidad es que muchos de los actores locales del partido podrían sentirse forzados a colaborar con otras fuerzas políticas para garantizar su supervivencia o, más aún, su competitividad en elecciones locales donde el PAN ha perdido fuerza en los últimos años, esto refleja la misma contradicción interna que ha caracterizado a muchos partidos en México, siempre dispuestos a dar un discurso de unidad y coherencia, mientras aceptan, en los hechos, las negociaciones y transacciones que les permitan mantenerse en el poder.

Y es que el PAN, como cualquier partido político, no vive en una burbuja ideológica, en los municipios y las entidades federativas, las alianzas no son solo un recurso político, sino una necesidad para quienes buscan sostener su capacidad de gobernar, aunque eso implique transitar por caminos escabrosos, esa es la gran contradicción que, aunque no se mencione directamente, subyace en la decisión tomada por el PAN, si bien la cúpula nacional quiere mostrar fortaleza y coherencia en su negativa a alianzas, los comités estatales, con sus particulares realidades y cálculos, son la verdadera razón por la que ese “no” podría no ser definitivo.

A fin de cuentas, el PAN se encuentra en una encrucijada. por un lado, busca recuperar su identidad,  su autonomía y el diluir su imagen a través de alianzas que no lo representen verdaderamente, pero por el otro, está consciente de que la política local no se puede jugar exclusivamente desde la teoría, y que las decisiones pragmáticas de los comités estatales pueden convertirse en una fuerza imparable, la gran pregunta es si esa autonomía conseguida a nivel nacional no terminará siendo solo una ilusión frente a la realidad de los comités estatales y sus pactos a ras de tierra.

En resumen, el PAN, lejos de salir de esta reunión con una línea clara, parece haber optado por una solución a medias, negar las alianzas nacionales mientras deja la puerta abierta a los acuerdos locales, esta ambigüedad es, en última instancia, la evidencia de un partido dividido entre la necesidad de reafirmar su perfil ideológico y la pragmática política de la supervivencia electoral, en el fondo, como siempre, la política es una cuestión de equilibrios incómodos y decisiones contradictorias.