POR: DON MAQUI

La arrogancia de los políticos suele cobrarle factura a la ciudadanía por malas decisiones que se toman al calor de la visera, o bien al amparo de los negocios que representa la iniciativa privada; recientemente, Guadalajara se mostraba junto con Nuevo León como los estados que punteaban en la lista de los mejores para prevenir que el coronavirus se extendiera con sus electores.

Enrique Alfaro lo presumía una y otra vez y los números lo respaldaban, su actuación que inclusive se llevó a criticar de ser gangsteril y casi militar, lo aguantó callado el Gober porque lo que hacía estaba representando en resultados para la ciudadanía.

Sin embargo, algo pasó en aquella entidad que Enrique Alfaro enloqueció de un día para otro y se sintió como todos los políticos en algún momento de su carrera, un semidiós que podía decidir de manera arbitraria cuando el coronavirus pudiera ser letal y cuando no.

El mayor ejemplo de la estupidez que se cometió en Jalisco se dio cuando para sorpresa de todos, el estadio Akron de las Chivas fue abierto al público, justo cuando el pico de la pandemia marcaba un índice de mortandad impresionante, a lo largo y ancho del país al gobernador del Movimiento Ciudadano le hablaron al oído y decidió arriesgar a la gente con un evento deportivo de poca relevancia, bueno, al menos sin el interés que representa salvaguardar la salud de los ciudadanos.

Hoy Jalisco debió de endurecer las medidas de restricción de aquí hasta el 10 de enero, algo que su homólogo del bronco hizo desde hace algunas semanas y que le está dando frutos a la gente, ya que los picos de contagio han disminuido y las muertes también.

No cabe duda que gobernar es un arte y hacerlo bien no es cosa de cualquiera, mucho menos de estar a la par con Nuevo León y Guadalajara, hoy el bronco puede presumir que es el único estado que ha mantenido de alguna manera estandarizados los niveles de contagio sin llegar al extremo de otras entidades.