La crisis sanitaria recrudeció el rezago social que padece la población infantil indígena; su última preocupación son las clases a distancia, pues deben ayudar a sus padres en el cultivo de amapola.
A diferencia de lo que pasa en las ciudades del país, aquí la preocupación no es usar cubrebocas, gel antibacterial o asistir a las clases a distancia, sino conseguir el sustento familiar.
Aquí los niños desaparecieron de las matrículas de las escuelas y los poblados comenzaron a vaciarse por el recrudecimiento del hambre entre las familias dedicadas a la actividad agrícola, ya que, se acentuó la crisis en el campo al no llegar los apoyos gubernamentales.
“Ha sido una pesadilla para ellos porque nacen con hambre, desnutridos, con los pies desnudos y no hay siquiera tienen luz en sus casas”, explicó Abel Barrera Hernández, director del Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan.