POR: DON MAQUI
No hay mal mayor, ni peor herencia que la que se transmite de generación en generación en la clase política mexicana, que no es otra que el nepotismo, ese mal insidioso, ese cáncer que parece haberse infiltrado en las entrañas del poder, camuflándose bajo la apariencia de una tradición familiar, cuando en realidad no es más que la perpetuación de un círculo vicioso que daña a la sociedad y le roba a la democracia lo que le corresponde, la oportunidad de crecer y renovarse, a través del nepotismo, las mismas familias se reparten el poder, los mismos apellidos permanecen al frente, mientras que el pueblo, ese que se supone debe ser el verdadero protagonista, es desplazado una y otra vez.
Este fenómeno no tiene bandera partidista, no se trata de un mal exclusivo de un grupo político o de una corriente ideológica, todos, sin excepción, caen en la tentación de colocar a sus seres más cercanos en puestos de poder, desde el Presidente que pone a su esposa en un cargo de relevancia, hasta el Legislador que designa a su hijo, su hermano o su primo a un puesto en la Administración pública y lo peor es que, a menudo, esas personas no ocupan esos lugares por mérito, por capacidad o por el respaldo de la ciudadanía, sino simplemente por el apellido con el que nacieron, lo que le interesa al político es mantener la influencia, perpetuar el poder dentro de su círculo, aun cuando los resultados sean evidentemente mediocres.
Pero la tragedia no termina ahí, no basta con la imposición de familiares en cargos públicos, sino que se crea una sombra sobre esos puestos, un manto de desconfianza y de cuestionamiento, no es que esas personas no puedan ser competentes en algún momento, es que se condenan desde el principio a vivir bajo la sombra de la persona que los impuso, a ser medidos no por sus logros, sino por los del familiar que los coloca allí y esto es un veneno para la democracia, se les otorga el poder sin que nunca se ganen ese lugar de manera legítima y en lugar de representar a la ciudadanía, representan los intereses de la familia política que los catapultó.
Ahora, con la reciente decisión de los legisladores de posponer hasta 2030 la prohibición del nepotismo, como si se tratara de un simple trámite administrativo y no de una cuestión de justicia social, se confirma lo que ya sabíamos, la clase política mexicana está más preocupada por proteger sus propios intereses que por cumplir con las expectativas del pueblo. ¿Qué país es este, en el que los Diputados y Senadores, más allá de ser la representación del pueblo, se encargan de legalizar lo que debería ser un delito? ¿Acaso es México un país que prefiere seguir permitiendo que el poder continúe siendo un patrimonio familiar, en lugar de buscar la competencia, la transparencia y la oportunidad para todos?
En lugar de afrontar el problema de raíz, han elegido patear el balón hacia adelante, de alguna manera, han logrado que lo que antes no estaba prohibido, ahora sea legal, a lo largo de los años, el nepotismo no estaba específicamente legislado, pero tampoco era explícitamente ilegal, ahora, tras la decisión de posponer su prohibición, se ha logrado que se convierta en una práctica permitida, casi como si estuviera autorizado por el propio sistema y eso es lo que resulta más indignante, la legalización de lo inmoral, la normalización de lo que va en contra de los principios más básicos de la democracia y la equidad.
¡No cabe duda!, México está ante un profundo problema, la clase política ha hecho un ejercicio maestro en proteger sus propios privilegios, disfrazando sus decisiones con un lenguaje de “derechos adquiridos” y “no dañar el proceso democrático”, pero en realidad, lo que están haciendo es seguir postergando el cambio verdadero, el que debe empezar desde la raíz, con una clase política que de una vez por todas decida que el servicio público debe ser para el pueblo, no para las familias que siempre han controlado el poder.
En 2027, cuando se hable de “reformas” y de “recortes de privilegios”, ¿Quién se sorprenderá de que, en lugar de cortes, haya más beneficios para quienes ya tienen todo el poder?, porque, como siempre, los legisladores encontrarán la manera de hacerse más fuertes, mientras simulan que se cortan los lazos que los atan a sus privilegios y la democracia, como siempre, será la última en enterarse.