POR: DON MAQUI
En el Rincón de Maquiavelo, no deja de causarnos una sonrisa ver cómo los aliados de la autodenominada “Cuarta Transformación” empiezan a despedazarse entre ellos, como buenos socios en tiempos de escasez de poder.
Este fin de semana, la tragicomedia tuvo nombre propio: Gerardo Fernández Noroña, el eterno gritón de la izquierda que, fiel a su estilo pendenciero, pretendió sermonear a los suyos en el Congreso Nacional del PT… sólo para salir abucheado como si fuera cualquier burócrata traidor de viejo régimen, ¡Ni las gracias le dieron!.
La escena fue épica: Noroña, flamante nuevo militante de Morena, apelaba a la unidad con su nuevo amor político, mientras los petistas (esos mismos que lo impulsaron cuando no era bienvenido en otro lado) le gritaron “¡traidor!” con la pasión de quien descubre que su compadre ya le puso casa chica en otro barrio, la metáfora es sencilla: donde antes había complicidad, hoy hay resentimiento, ¡Y del bueno!.
¿Motivos? ¡Sobran!
Resulta que Noroña, en su ambición legítima de escalar, decidió formalizar su amor por Morena, la nueva gran dueña de la Presidencia, hoy en manos de Claudia I, emperatriz constitucional de la patria morenista, sólo que, en política, como en el amor, no basta con declararse fiel: hay que ser aceptado.
Y en Morena, donde sobran los novios para tan pocas posiciones, nadie le ha garantizado a Noroña ni continuidad, ni cariño, ni un hueso decoroso que morder.
Con el PT, en cambio, Noroña tenía casa, cama, y hasta altar, lo amaban como era: gritón, incómodo y libre, hoy, en Morena, es apenas un adorno más en un palacio de cortesanos que ya se creen herederos de un imperio eterno.
¿Quién pierde más con la ruptura?
Aquí la ironía es sabrosa: pierde Noroña, porque se queda sin la garantía de vida partidaria que el PT, necesitado de figuras de peso, le ofrecía, pero también pierde el PT, porque en su necesidad de demostrar fuerza, terminó escupiéndole a su única figura de peso nacional real, justo cuando más van a necesitar sobrevivir con algo de dignidad en las elecciones que vienen, el Partido del Trabajo se regodeó en su pureza sectaria, olvidando que en política, la pureza siempre huele a derrota.
¿Y Morena? Ah, Morena observa desde su Olimpo, indiferente, total, para ellos Noroña siempre ha sido una pieza de utilería: servía para aplaudir, para patear al adversario, pero no para compartir la mesa real.
Así que, como decía el clásico: todos perdieron, pero unos perdieron más rápido, Noroña se quedó sin casa, el PT sin figura nacional, y Morena… bueno, Morena sigue creyendo que los traidores se reciclan en campaña.
La moraleja en el Rincón es simple: en política, los leales son útiles… mientras no estorben.
Y hoy, a Noroña ya lo pusieron en la fila de los que estorban.