Por: Don Maqui
¿A dónde se va todo ese trabajo de campaña cuando los números no dan?, porque no es para menos, estimado lector, que a uno le hierve la sangre al ver cómo algunos “pesos pesados” de la política terminan con una liviandad en las urnas que sorprende, y si hay un nombre que resuena, es el de Waldo Fernández, el mismo Waldo que, con bombo y platillo, prometía ser el gran salvador de su partido en Nuevo León y sin embargo, el pasado 2 de junio se fue al suelo en término de votos, tan al suelo que hasta la presidenta Claudia Sheinbaum, sin siquiera ser local, le sacó ventaja.
Si me preguntan, lo primero que salta es una duda cruel: ¿Cómo es posible que alguien que supuestamente conoce las entrañas de esta tierra, que ha hecho carrera en la arena neoleonesa, termine con menos apoyo popular que una figura nacional sin la misma conexión local?, parece que en lugar de ganarse a la gente, Waldo se fue diluyendo entre los slogans y las campañas, dejando más promesas que certezas.
Pero aquí, la cuestión no es únicamente el ego herido de un candidato, es el costo que representa para su partido, ¿Cuánto más aguantará Morena apostando por figuras que, en lugar de sumar, restan?, porque no es rentable para nadie jugar una y otra vez a este tipo de azar electoral, donde las pérdidas son evidentes y donde el capital político de los partidos se va en apoyos desperdiciados.