No sorprende, pero sí indigna, que en el pequeño y apacible municipio de Allende, un rincón olvidado de Nuevo León que lucha día a día con recursos limitados, el Alcalde Lalo Leal, ex Diputado local por dos períodos y ahora líder municipal, haya decidido engrosar su cuenta bancaria y la de sus allegados sin ningún pudor, Allende, una entidad que no pertenece a la zona metropolitana, carece de los fondos que abundan en otros rincones del Estado, y sin embargo, Leal -con la complacencia de su “padrino político” Raúl Gracia, el cacique azul del PAN- ha decidido que su Administración merece altos sueldos, dignos de funcionarios en posiciones mucho más privilegiadas.
Resulta vergonzoso que mientras la ciudadanía de Allende enfrenta carencias y falta de infraestructura básica, el Alcalde reparta aumentos salariales como si fueran caramelos, asus amigos, colaboradores y hasta compadres, los ha premiado con sueldos desproporcionados para el contexto y las finanzas de un municipio como este. ¿Acaso no le basta el sueldo que percibe? ¿O es que sus lealtades políticas y sus amistades personales pesan más que las necesidades de la gente que dice representar?
Lo peor de todo es que en el PAN reina el silencio absoluto, ni Policarpo Flores, el flamante dirigente estatal colocado por Gracia en la presidencia del partido, ni los legisladores locales de la bancada blanquiazul han abierto la boca para criticar este atropello, pareciera que para ellos, la política es solo un juego de favores y cuotas de poder. ¿Qué mensaje envía esto a la ciudadanía? Que en Allende y bajo el mando de Leal, los intereses personales y los lazos de compadrazgo valen más que la responsabilidad y la decencia.
La insensibilidad de Lalo Leal y sus colaboradores se ha convertido en una pesada carga para un municipio que debería estar enfocado en mejorar la calidad de vida de sus habitantes, no en engordar los bolsillos de una burocracia selecta, pero mientras el PAN siga siendo un club privado de lealtades y pactos, la ciudadanía quedará relegada a un segundo plano, en el feudo de Gracia y su corte de alfiles, el bolsillo de Lalo Leal sigue creciendo, mientras que las esperanzas de Allende se desmoronan.
¿Hasta cuándo los ciudadanos de Allende y de todo Nuevo León seguirán pagando las cuentas de políticos que solo ven por sí mismos? Quizá cuando el PAN deje de ser un aparato al servicio de los mismos caciques de siempre y comience a representar a quienes realmente necesitan una voz, por ahora, este municipio seguirá en el olvido, y Lalo Leal seguirá jugando a ser rey en un castillo construido con los impuestos y la paciencia de sus gobernados.