POR: DON MAQUI
Nos encontramos en un punto crucial para la Iglesia Católica, el Papa Francisco, que ha sido uno de los pontífices más polémicos y cercanos a los fieles, enfrenta serias complicaciones de salud, aunque aún no ha renunciado, la pregunta es válida: ¿Qué ocurriría si decidiera abandonar el pontificado o, peor aún, si el destino decidiera su reemplazo sin previo aviso?, si bien su renuncia parece lejana, el proceso de sucesión papal es más que una cuestión de protocolo: es una batalla de poder envuelta en misticismo y tradición.
La Iglesia Católica, institución milenaria, tiene un proceso de sucesión claro y meticulosamente diseñado para preservar su estabilidad, lo primero es lo siguiente: cuando la Sede Apostólica queda vacante, ya sea por muerte o por renuncia, comienza una de las tradiciones más intrigantes dentro de la historia de la humanidad: el cónclave.
¿Qué significa esto en términos sencillos?, los Cardenales, los hombres de confianza del Vaticano, se encierran dentro de la Capilla Sixtina y, durante días, emiten su voto en secreto, sometidos a la presión del silencio y el fuego de la fe, es una elección que no se basa sólo en cualidades teológicas, sino también en el poder político que cada Cardenal representa dentro del entramado eclesiástico global.
No se debe subestimar lo que significa esta “selección divina”, para que un nuevo Papa sea elegido, se necesita una mayoría calificada de dos tercios, un proceso de votación que puede parecer sencillo, pero que, en la práctica, podría convertirse en una batalla sin cuartel, ya que la lucha por el poder papal no está exenta de estrategias políticas, influencias y un juego sutil entre las naciones que ven en el Vaticano más que un símbolo religioso.
Se vería el desgaste de los actores más cercanos al poder eclesiástico, con alianzas tejidas a puerta cerrada y promesas que nunca se cumplen, ¿Quién será el próximo Papa?, ¿Un líder reformista o uno que vuelva a las raíces más conservadoras?, cuando un Papa renuncia, como ocurrió con Benedicto XVI, el escenario se complica aún más.
No existe un manual universal para una renuncia, y la historia reciente ha demostrado que no se puede tratar este tema sin tomar en cuenta las repercusiones políticas internas y externas de la Iglesia, ¿Qué pasaría si Francisco decide dar un paso atrás?, el hecho de que haya firmado una carta de renuncia ya nos advierte sobre los tiempos inciertos que se avecinan, en este contexto, la estabilidad del Vaticano, como siempre ha sido, se juega sobre un fino hilo entre la tradición y la capacidad de adaptación.
A lo largo de la historia, el Papa ha sido mucho más que un líder espiritual, ha sido el árbitro de poder y decisiones políticas, no solo dentro de la Iglesia, sino también en la arena global, no olvidemos que el Vaticano no es solo el centro de la fe católica, sino también un actor clave en las relaciones internacionales, Así que, aunque se diga que el cónclave es un momento de oración y reflexión, es, de facto, un terreno fértil para las estrategias de poder, las decisiones que allí se toman pueden marcar no sólo el rumbo de la Iglesia, sino también el destino de muchas naciones.
Por lo tanto, no subestimemos el proceso de sucesión Papal, Aunque el cónclave parezca una formalidad, es un proceso cargado de intriga, poder y fe, y en el caso de que el Papa Francisco decida retirarse o fallezca, los ojos del mundo no sólo estarán atentos al humo blanco que sale de la chimenea de la Capilla Sixtina, estarán observando con atención y precisión cada paso, cada gesto, cada voto, porque en la sucesión papal no solo se elige un líder espiritual, se decide el futuro de una institución que ha influenciado, y continuará influyendo, el curso de la historia humana.
La pregunta no es si el Papa Francisco renunciará, sino quién será el próximo Papa y qué sacrificios deberán hacerse para asegurar que el poder en el Vaticano permanezca intacto, y , como siempre, la respuesta no la dará la fe, sino el pragmatismo del poder.