POR: DON MAQUI

Dicen que en política nadie enfrenta al poder sin pagar factura… salvo que te llames Ángel Mario García Guerra.

En tiempos en que la justicia suele ser rehén del cálculo político y las instituciones tiemblan ante los caprichos del Poder Legislativo, un hombre se atrevió a hacer lo impensable: enfrentó al Congreso de Nuevo León, lo exhibió en su mezquindad jurídica y, para colmo, les ganó, y no hablamos de cualquier legislatura, ¡no, señor!, hablamos de aquella integrada por mentes entrenadas en el ajedrez del poder, como el siempre estratégico Paco Cienfuegos o el joven heredero del apellido, Luis Donaldo Colosio Riojas.

Ángel Mario, hoy aspirante a Ministro de la Suprema Corte, no sólo obtuvo una sentencia firme que ordenaba su ratificación como Magistrado, sino que resistió una cadena de desacatos por parte de quienes juraron cumplir y hacer cumplir la ley, y no se achicó, llevó el caso hasta sus últimas consecuencias, al grado de provocar que el Poder Judicial Federal considerara (en voz alta) la destitución de los 42 diputados locales por desacato, ¿Qué no lo logró? Tal vez, pero el precedente está ahí, tallado en mármol.

Porque no cualquiera se planta frente al “leviatán” legislativo y sobrevive, y menos aún cuando se le desafía no con grillas ni discursos, sino con sentencias firmes y la Constitución en la mano, ese acto, que rozó la temeridad, es lo que hoy debería estar en el centro del debate cuando hablemos de su candidatura como Ministro de la Corte.

García Guerra no es el típico operador judicial, domesticado por la cortesía institucional, es, más bien, un personaje que el sistema nunca pudo domar del todo, y eso, en un momento donde se discute la autonomía real del Poder Judicial de la Federación, no es poca cosa, hay quienes se disfrazan de rebeldes en tiempos electorales; él, en cambio, fue rebelde cuando lo fácil era callar.

Quizá le faltó el paso final: ver caer a los Diputados en la vergüenza de su destitución, pero ya los había desnudado ante la opinión pública como lo que eran: políticos que se creían por encima de la ley.

Hoy, que se aproxima una inédita elección judicial, conviene recordar que este “Ángel de la justicia” (como pidió aparecer en la boleta) ya dio una muestra de lo que significa ejercer la ley contra el poder, no al servicio del poder.

No es menor, y ojalá no se nos olvide, porque si algo le urge a la Suprema Corte, es precisamente eso: un verdadero antisistema… del lado de la justicia.