Hoy, el Partido Acción Nacional (PAN) se viste de gala para su elección nacional, aunque llamar “elección” a este teatro sería generoso, en la superficie, el PAN presume democracia interna, pero detrás de bambalinas, todo es una puesta en escena, y en el papel protagónico tenemos a Jorge Romero, una figura que, en realidad, es apenas un reflejo de su titiritero: Marko Cortés, por ello la elección de hoy, más que una renovación, es la ratificación del continuismo que ha llevado al PAN a su crisis actual.

En otro tiempo, el PAN fue un gigante de la política mexicana, un partido que hizo historia y luchó contra el régimen hegemónico con valor, pero los años de gloria quedaron atrás. Hoy el PAN es la sombra de lo que fue, un partido sin fuerza ni voz en el Congreso, atrapado en una crisis de liderazgo que lo ha dejado a merced de Morena; desde que Morena llegó al poder, Acción Nacional ha visto cómo se derrumba su estructura política, incluso en sus bastiones tradicionales como Guanajuato y Querétaro, la supuesta “oposición fuerte” prometida se convirtió en una colección de derrotas y fracasos que hoy tienen a los panistas atrapados en su propia trampa.

Y aquí estamos, en una elección “democrática” que todos sabemos que es una farsa, Marko Cortés, el rey del continuismo, decidió que Jorge Romero sería el sucesor, y con esa decisión enterró cualquier esperanza de cambio, este proceso no es más que una simulación cuidadosamente orquestada para mantener las cosas tal como están, ya que los panistas de a pie, aquellos que realmente creen en los principios fundacionales de Acción Nacional, hoy observan con decepción cómo su partido se convierte en una caricatura de sí mismo.

Jorge Romero no representa una renovación ni un nuevo rumbo, al contrario, es la continuación de la política interna que ha debilitado al PAN y lo ha hecho perder relevancia en la escena nacional, bajo este liderazgo, Acción Nacional sigue encajonado en las mismas estrategias que no han hecho más que cosechar derrotas, la reciente elección federal fue un claro ejemplo: Morena arrasó en prácticamente todo el país, incluyendo los antiguos feudos panistas ¿Y cuál fue la respuesta del PAN?, la misma de siempre: quejas, discursos de unidad vacíos y la promesa de que “ahora sí” serán una oposición seria.

La realidad es que el PAN, bajo el mando de Cortés y ahora Romero, ha perdido toda conexión con la gente, los ciudadanos ya no ven en Acción Nacional una alternativa real ni un contrapeso a Morena, la falta de liderazgo, de autocrítica y de propuestas concretas ha transformado al partido en un espectador de lujo, incapaz de ser protagonista en la política mexicana, en lugar de replantearse, de innovar y de buscar liderazgos frescos, el PAN se aferra al pasado, confiando en figuras impuestas y en prácticas políticas que solo lo hunden más en el ocaso.

La pregunta que queda es clara: ¿cuánto tiempo más puede el PAN seguir cayendo sin tocar fondo?, esta elección no es más que un paso más hacia ese abismo, el partido que un día representó esperanza y cambio para millones de mexicanos se ha convertido en una maquinaria burocrática, complaciente y alejada de la realidad; y así, con una palmadita en la espalda y un “sí, señor” bien ensayado, Jorge Romero asume la dirigencia para continuar el camino de la mediocridad, bajo la batuta de Marko Cortés.

El PAN necesita un cambio profundo y urgente, pero hoy, en esta elección vacía de sentido, queda claro que ese cambio no llegará desde dentro.