POR: DON MAQUI
La política en Nuevo León, sobre todo dentro del PRI, siempre ha sido un juego de sombras, donde las verdaderas decisiones no siempre se toman en las tribunas ni en los medios, sino en despachos discretos, pasillos poco iluminados y reuniones que pocas veces salen a la luz pública.
En ese contexto, hay un tridente que, lejos de ser una mera coincidencia, ha logrado mantenerse al mando del partido y, por ende, de buena parte del rumbo político de la entidad: Adrián de la Garza, Paco Cienfuegos y César Garza Villarreal.
Empecemos con Adrián de la Garza, quien actualmente ostenta la alcaldía de Monterrey, aunque muchos lo ven como el rostro visible y el encargado de tomar las decisiones más públicas del PRI, la realidad es que su poder va más allá de lo que una posición de alcalde podría parecer, con su habilidad para forjar alianzas y manejar la política en la capital del estado, de la Garza ha logrado consolidarse como uno de los jugadores más importantes del PRI, no solo en Monterrey, sino en el resto de Nuevo León.
La influencia de Adrián, un hombre acostumbrado a moverse entre las sombras de la política, es innegable, aunque algunos lo consideran una figura débil tras los tropiezos en las últimas elecciones, su capacidad para maniobrar entre diferentes intereses y actores sigue siendo crucial en la toma de decisiones del PRI.
A su lado se encuentra Paco Cienfuegos, quien ha sido un personaje clave en la consolidación del poder priista en el estado, de perfil bajo, pero con una influencia que trasciende, Cienfuegos ha acumulado poder con el tiempo, tanto dentro del PRI como en sus alianzas con otros actores políticos, su capacidad para posicionarse en momentos estratégicos y hacer que sus aliados se alineen con sus objetivos le ha otorgado una relevancia que pocos pueden igualar.
Si bien no ocupa un cargo visible como De la Garza, el poder que ha acumulado en los últimos años le permite mover piezas en el tablero político con una efectividad impresionante.
El tercer integrante del tridente es César Garza Villarreal, quien actualmente funge como Secretario del Ayuntamiento de Monterrey, aunque su cargo es aparentemente administrativo, la verdad es que Garza Villarreal ha sido fundamental en el fortalecimiento del PRI en la capital y su influencia va más allá de su puesto.
Es un hombre que, al igual que sus compañeros de este trío de poder, ha logrado mantener su relevancia política, construyendo una red de lealtades en Monterrey y, en especial, dentro del PRI, con un fuerte control en el partido local, César Garza representa la última línea de defensa de una estructura territorial priista que aún sigue viva, aunque bajo un rostro mucho más discreto.
En medio de este triángulo de poder, el papel de Heriberto Treviño, el coordinador priista, parece el de un hombre atrapado entre los intereses de sus tres superiores, tras la derrota en Juárez y el haber logrado salvar su puesto como Diputado Plurinominal, Treviño ha visto su poder menguado, aunque sigue siendo una pieza clave en la maniobra política del PRI, debe operar en función de los pactos establecidos por De la Garza, Cienfuegos y Garza Villarreal, pero su margen de acción es cada vez más limitado.
José Luis Garza Ochoa, quien fuera derrotado en las elecciones de la alcaldía de Guadalupe, también juega un papel relevante en esta ecuación, aunque su derrota lo dejó herido políticamente, no está fuera del juego, su presencia sigue siendo importante para los intereses del PRI, y su habilidad para operar desde las trincheras del partido podría ser un factor que, de no ser bien manejado, podría terminar complicando más las cosas dentro de la estructura.
En la actualidad, los priistas que realmente tienen el poder de decidir el rumbo del partido en Nuevo León son los de Monterrey, Guadalupe y Apodaca, no hay otros liderazgos emergentes que representen una amenaza seria a las vacas sagradas del PRI en el estado, los nombres de Adrián de la Garza, Paco Cienfuegos y César Garza Villarreal se perfilan como los verdaderos arquitectos del futuro inmediato del PRI, y en sus manos recae, más que nunca, el destino del partido.
El gran reto para ellos será mantener su unidad frente a los retos electorales que se avecinan, sin que sus ambiciones personales fracturen lo que, hasta hoy, parece un equipo bien consolidado, si estos tres actores logran navegar las aguas turbulentas de la política, el PRI podría resurgir en el estado, si no lo logran, la derrota será no solo electoral, sino también estructural.