POR: DON MAQUI
Nuevo León presume al mundo su etiqueta de sede mundialista, su estadio de lujo y su inversión millonaria en avenidas, puentes y espectáculos, pero basta una lluvia intensa para que el Metro, ese que debería mover a miles con orgullo, se transforme en una pecera sobre rieles.
Mientras los discursos oficiales hablan de progreso, los vagones gotean resignación y las estaciones huelen más a humedad que a modernidad, no hay tren de vanguardia que aguante las filtraciones del descuido ni avance sobre rieles oxidados por la indiferencia.
Porque mientras el Estado se prepara para recibir a los aficionados del mundo, los ciudadanos de casa siguen empapados en promesas incumplidas, así, el sueño mundialista se filtra… gota a gota, como el techo del Metro.
Un Estado de primer mundo con un Metro de tercer mundo.
Y no, parece que en este tema el eslogan de Samuel García, “vamos en tiempo y forma”, del cuarto informe, nomás no aplica.