Morena ya renovó a sus 120 Consejeros y luego de darse traiciones y banalidades políticas, las cartas han sido puestas sobre la mesa donde se definirá el futuro del Partido.
Entre pasillos morenistas se ha dictado que quienes quedaron no son 100% los mejores, que perfiles apadrinados se empoderaron y otros muchos que traicionaron a quién los había apoyado.
Pero no todo es malo, hay un hecho que se debe celebrar, ese que a pesar de tener toda una estructura orgánica burocrática no pudo ser suficiente para tejer intereses perversos y personales en Morena.
Hablamos de Judith Díaz, la expanista y ahora delegada de Programas Sociales quien buscó colocar a su más allegada como Consejera en búsqueda futura de la Presidencia Estatal del Partido, pero la historia ya la conocen, esto último no pasó.
Hablar de la Secretaría de Bienestar es hablar de una ala del gobierno gris, una área perdida por la ambición, donde desde el liderazgo principal ha manejado a interés propio los recursos de la Institución; sólo es cuestión de que pregunten a los beneficiarios de los programas sociales desde cuando no reciben el apoyo presidencial… Algunos desde abril no han recibido dinero alguno.
Lo que abre la interrogante si en verdad el apoyo está bien destinado o se violentó el recurso con la finalidad de solventar carrera política alguna en esta renovación de Consejeros, pues Díaz, Benavides y Hernández tenían un interés personal para que saliera el resultado a favor, cosa que no pasó.