POR: DON MAQUI
Dicen que en política no hay coincidencias, y menos cuando la pluma que redacta las Reformas lleva el “sello de Palacio Nacional”, Claudia Sheinbaum, la primera Presidenta de México, ha lanzado un misil directo al corazón de la clase política: una Reforma Constitucional que pone fin a la Reelección en cargos públicos.
Así, con un solo golpe, acaba con un mecanismo que sirvió a todas las fuerzas políticas (incluido su propio partido) para tejer redes de poder, consolidar cacicazgos y, por supuesto, perpetuarse en el presupuesto.
No es un secreto que la reelección, aprobada en 2014 con la reforma político-electoral de Peña Nieto, se convirtió en un festín para todos los partidos, Diputados federales, locales, Presidentes municipales y Senadores encontraron en ella el boleto dorado para extender su dominio sin rendir cuentas más que a la cúpula de su partido.
Morena no fue la excepción, con cada elección, el partido en el poder consolidó estructuras que permitieron que sus legisladores se reciclaran en el Congreso y que alcaldes afines se mantuvieran en sus municipios como verdaderos virreyes, pero hoy, en una jugada inesperada, la misma mano que los llevó al poder les está quitando la escalera.
La ironía del destino no puede ser más cruel: los Diputados morenistas, muchos de ellos con miras a repetir en 2027, tendrán que aprobar la iniciativa de su jefa política, sabiendo que están firmando su propia sentencia de muerte electoral, no es que tengan opción, en este sexenio, la línea es clara y no se negocia.
El grupo parlamentario de Morena, que hasta hace unas semanas veía con entusiasmo la posibilidad de seguir en sus curules, ahora deberá elegir entre la obediencia ciega o el destierro político.
¿Quién gana y quién pierde con esta reforma? De entrada, el gran perdedor es el propio Congreso, sin reelección, los legisladores volverán a ser “aves de paso”, sin tiempo para generar experiencia o contrapeso real.
Morena, que había encontrado en la reelección una forma de mantener disciplina interna, verá debilitado su control en San Lázaro, los Gobernadores, en cambio, saldrán beneficiados: sin diputados con poder acumulado, sus bancadas serán más maleables y dependientes de sus instrucciones.
Y luego está el otro gran beneficiario: Claudia Sheinbaum, al eliminar la reelección, la Presidenta se asegura de que ningún grupo de poder dentro de su propio partido se fortalezca más allá de lo que ella decida, es un movimiento quirúrgico que le permite mantener el control absoluto de la sucesión política, garantizando que ningún Legislador, Alcalde o Senador se convierta en una figura incómoda con base en el respaldo popular.
El mensaje es claro: en el México de la Cuarta Transformación, el poder es prestado, no heredado, y ahora, ni siquiera es prorrogable, a los que soñaban con otra vuelta en la Cámara, les llegó el final antes de tiempo, pero que nadie se equivoque: en política, los cambios no son altruistas, si Sheinbaum cierra esta puerta, es porque ya tiene bien medido por dónde quiere que entren los próximos en la fila.
Al final del día, la reelección era un arma que servía para acumular poder, ahora que el tablero ha cambiado, la Presidenta se encarga de asegurarse de que nadie más, ni en su partido ni fuera de él, pueda jugar a eso, ¿El tiro de gracia a la mafia de la reelección? Puede ser, pero también podría ser el inicio de un nuevo monopolio del poder, con un solo nombre en el centro de todas las decisiones, y en esta historia, ya sabemos quién firma los decretos.